miércoles, 31 de octubre de 2007

Gabriela

Se miró en el espejo, se había hecho y deshecho la coleta unas cuantas veces. Se había maquillado y desmaquillado varias veces, ¿gafas o lentillas? Seguía sin decidirse. No podía cambiarse de ropa… quizás había sido un error elegir aquellos vaqueros informales. La culpa la tenía aquel hombre, ¿por qué no le dijo que iban a ir a buscarla? ¿Por qué no se lo dijo hasta el momento justo de verla irse a embarcar? ¿Qué iban a pensar de ella?

Se maquilló un poco los labios y los ojos, llevaría puestas las lentillas porque no era capaz de encontrar las gafas, esperaba no haberlas perdido. Un poco de perfume para disimular el olor a viaje. Olor a viaje, eso es lo que su padre solía decir.

“Huelo a viaje” decía cada vez que entraba en casa después de un largo viaje y sonreía mientras ella bajando corriendo las escaleras para poder abrazarle y arrugaba la nariz al sentir el olor de su piel sudada. Siempre sacaba algo de su bolso de mano que había encontrado para ella. Su sonrisa desapareció por unos instantes, aun no había superado haber discutido con él.

Un golpecito en la puerta la devolvió a la realidad. Una voz femenina anunció que estaban a punto de aterrizar y que debía volver a su asiento. Recogió a toda prisa el contenido de su neceser, echó un último vistazo a la mujer que veía al otro lado del espejo y apartó un mechón de pelo de su cara.

“Gabriela, me llamo Gabriela” —se repitió a sí misma.

Adriana

Adriana se despertó. Odiaba volar así que solía tomarse un par de pastillas que la dejaran completamente grogui durante el viaje. Pensó en Hugo, que había ido a despedirla al aeropuerto. Se sentía extraña viviendo con su hermano mayor, siempre habían tenido una relación bastante distante y sin embargo al final era el único que le quedaba de su familia, bueno, el único sin contar a su abuelo.

Su última visita a Madrid había sido diferente. En aquel momento había pensado que jamás volvería. Había sido su gran pelea con Alejandro, su huida de la ciudad en la que había vivido más de la mitad de su vida. Sabía que quería a aquel imbécil, pero no tenía ninguna gana de volverle a ver. Pero se lo había prometido a su abuelo. Y era consciente de que jamás había sido capaz de negarle nada a su abuelo.

Adriana llamó a la azafata con la mano—: ¿Tardaremos mucho en llegar?

—Aterrizaremos en una hora.

—Gracias —cerró los ojos. Podía permitirse dormir un poco más.

martes, 16 de octubre de 2007

Soy vaga

Ya sé que hace mucho que no subo nada mío, pero admito que soy una vaga redomada. Lo malo de tener fases, como el tal señor Picasso, ese que nadie conoce (es un sarcasmo, por las dudas lo digo), es que parece que todo suene igual. Aunque, si leo a gente como Amy Tan, no dejo de pensar que no deja de hablar una y otra vez sobre su relación con su madre.

No sé quién decía que todo se reduce a las pulsiones vitales. O sea Muerte y Sexo o Muerte y Vida, o Guerra y Paz… bueno, la Paz es poco literaria. Así que voy a subir algo más aunque sea más de lo mismo. Es que tengo vicio por las relaciones humanas, sobre todo por las de a dos.